Ricardo Lagos

El porvenir de nuestra región y los corredores bioceánicos

08 de June de 2015

Columna de Ricardo Lagos en diario Clarín de Argentina

Interesante lo ocurrido con la reciente visita del Primer Ministro Li Keqiang, de China. Al anunciar que su país estaba dispuesto a respaldar la construcción de un ferrocarril transoceánico para unir la costa de Brasil con la de Perú, se reabrieron los entusiasmos en torno de los corredores tantas veces anunciados y estudiados, pero aún sin concreción, para unir las riberas del Atlántico y el Pacífico. En buena hora así se dio, porque es necesario poner timbre de urgencia a un tema donde sabemos lo que tenemos que hacer, pero nos falta fuerza política y mirada de futuro para iniciar de verdad la tarea.

En julio de 2002, con motivo de cumplirse los 180 años del encuentro entre Bolivar y San Martín en Guayaquil, los países de Mercosur y los de la Comunidad Andina de Naciones (aún no teníamos UNASUR), convergieron para dar un impulso fuerte a la integración. Y el tema fue uno solo: la llamada Iniciativa de Infraestructura Regional Sudamericana, IIRSA. Francamente, cuando se veía lo avanzado de ciertos estudios, los mapas allí expuestos y la voluntad de financiamiento posible (BID y CAF), todo indicaba que estábamos próximos al despegue.

Pero las cosas no se dieron, tal vez porque el escenario político cambió. Y ello trajo la necesidad de pensar cómo se trabaja en la “convergencia dentro de la diversidad”. Lo esencial es darse cuenta que hay determinantes estratégicas que, cualquiera sea el devenir político de nuestros pueblos, son tareas ineludibles y urgentes. Allí es donde el tema de los corredores bioceánicos toma su fuerza.

No somos una región cualquiera. La América del Sur ocupa una superficie superior a los 17 millones de kms. cuadrados, es la región que más alimentos produce y exporta en el mundo, posee el 27% del agua dulce del planeta, millones de kms cuadrados de bosques, reservas de hidrocarburos a cien años y acceso a esos dos grandes océanos que bañan sus costas. Porque eso somos, esos corredores nos convocan a un descubrimiento de nuestra vida interior y desde ella salir con vitalidad al mundo: tanto hacia el Pacífico como al Atlántico. Es cierto que el futuro parece indicar que el sol del crecimiento saldrá por el Asia, pero frente al Atlántico, además de Europa, está gestándose un futuro africano que apenas empezamos a evaluar.

En días pasados me entrevisté con el presidente de Paraguay Horacio Cartes para hablar de estos temas. Tenía a mano el memorándum surgido del encuentro que a mediados de abril tuvo lugar en Chile junto con delegados de Argentina, Brasil y Paraguay, donde se revisaron determinados proyectos con posibilidades concretas de ejecución. En la conversación con el presidente paraguayo le resalté la importancia de ese corredor que, viniendo desde Brasil, podría atravesar el Mato Grosso Sur sobre puerto Murtinho, avanzar hacia Paraguay y a través de 500 kms, aproximadamente, llegar a Salta en Argentina y desde allí al Paso de Jama, para culminar en Antofagasta e Iquique. Hay la posibilidad de un financiamiento expedito para ello porque Brasil tiene que pavimentar hasta la frontera de lo que ya tiene, Argentina, desde la época de Néstor Kirchner, ya tiene casi todo pavimentado y Chile podría hacer esa tarea con sus recursos propios. Al hacerlo así, con recursos propios, ellos serían los fondos de contrapartida para que el crédito de CAF o del BID fuera enteramente a Paraguay.

Sería una acción con fuerza política, porque los tres países con mayor desarrollo apoyarían a Paraguay y los beneficiados seríamos todos. Lo mismo es válido con Bolivia, donde también hay propuestas que –si se actúa con mentalidad de siglo XXI– harían que Chile, Bolivia y Brasil se articularan en un corredor uniendo Arica, La Paz, Santa Cruz y Cuiabá o el llamado corredor Bioceánico Central de Porto Alegre en Brasil hacia Argentina y concluyendo en Chile en Coquimbo por el paso (y futuro túnel) Aguas Negras. Recuerdo también al presidente Hugo Chávez interesado en un corredor que le permitiera alcanzar el Pacífico en la costa de Colombia o en su lugar un ducto para exportar gas o petróleo. Demás está decir que todo esto obliga a una modernización de los puertos y a un sistema más expedito de tránsito de cargas en nuestros países. Pero de eso se trata: de pensar en grande.

Por cierto, esto también reclama un nuevo diseño de las relaciones entre las burocracias de los países, para hacer más fácil el ir y venir de los productos, modernizando los controles de sanidad y de resguardos aduaneros. Estos no pueden ser tan complejos como para que los productores de Mendoza, por ejemplo, muchas veces opten por despachar sus productos por Buenos Aires porque llegar a Valparaíso se les hace complicado. El obstáculo, en este caso, no es la cordillera sino los papeles.

Ahora este despertar de los vínculos Atlántico-Pacífico en nuestro continente logra un símbolo mayor cuando los líderes de las dos economías más grandes del continente, Brasil y México, tienen un encuentro que marca historia.

Sabemos que ambos países han vivido en rivalidades no siempre entendibles, pero reales. Dilma Rousseff y Enrique Peña-Nieto han dado un giro que, ante las realidades globales en marcha no es menor: ambos países concentran el 62% del Producto Interno Bruto (PIB) de la región y el 55% de su población. La frase de Dilma es muy significativa: “México y Brasil saben que la relación entre la Alianza del Pacífico y el Mercosur debe ser vista como complementaria y no como alternativa”.

¿Estaremos entrando en una fase de integración más realista, mirando a las condiciones que el mundo presenta? Los años que vienen no son fáciles, reclaman a nuestra región eficiencia y decisiones con visión de futuro. La cuestión es ponerse a trabajar en serio si apostamos a tener mayor peso en el mundo para que este nos escuche.

vía clarin.com

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