Columna de Ricardo Lagos en diario Clarín de Argentina
Con cierta ironía, pero también con poca visión de cómo funcionan los procesos colectivos, Henry Kissinger lanzó una vez una frase que se hizo famosa: “Cuando uno quiere hablar con Europa, ¿podrían decirme a qué teléfono llamo?” Ahora la respuesta le llevaría al teléfono de Federica Mogherini, nueva encargada de las Relaciones Exteriores de la Unión Europea y aún ministra de Asuntos Exteriores de Italia. Ella, con sus 41 años recién cumplidos, expresa además a una nueva generación que deberá manejar los problemas de una Europa hasta ahora muy trabada en lo político y económico. En febrero, cuando llegó a conducir la diplomacia italiana, lo hizo siendo una de las figuras más jóvenes en asumir ese cargo.
¿Tiene la experiencia y las capacidades para el difícil momento internacional que se está viviendo en el entorno europeo?
Si bien algunos han expresado sus dudas, la verdad es que ella como dirigente política y parlamentaria del Partido Democrático (40% de respaldo en la última elección europea) viene de hace tiempo participando en los debates sobre política exterior y defensa para la Europa de hoy y del futuro. Es una representante genuina de la “generación Erasmus”, un programa educativo de intercambio que ha beneficiado a cerca de tres millones de jóvenes estudiantes europeos desde 1987.
Hace un mes tuve la oportunidad de conversar con ella no sólo sobre el papel de Italia en el escenario de conflictos europeos y el entorno (Rusia y Medio Oriente), sino también de la urgencia por rescatar un papel más determinante para Europa en el reordenamiento mundial.
Ya se acercaba el anuncio público de su designación. Es evidente, le señalé, que se viven tiempos de vacíos en la conducción del mundo y estamos en medio de una danza a veces en extremo peligrosa. ¿Qué hará Europa en esta circunstancia?
La respuesta tendrá que venir de sus nuevas autoridades.
No fue fácil el acuerdo para definir quiénes estaban llamados a conducir el actual proceso europeo. Pero primó el criterio de los equilibrios y allí tenemos ahora al ex Primer Ministro de Luxemburgo, Jean-Claude Juncker, de tendencia socialcristiana, como presidente de la Comisión Europea, el órgano ejecutivo permanente de la entidad. Por otra parte, se reconoció el peso y las implicancias de la ampliación de la Unión Europea hacia el Este con la elección del actual primer ministro polaco, el conservador Donald Tusk, como futuro presidente del Consejo de Europa -la entidad que cada tanto reúne a los gobernantes del continente-. Y, a su vez, la elección de la ministra Mogherini dio representación a las corrientes socialistas en la conducción de la diplomacia europea común.
La tarea que tienen no es fácil. Junker lo dijo con palabras fuertes ante el Parlamento Europeo: “Europa ha perdido parte de su credibilidad.
La brecha entre la Unión Europea y sus ciudadanos es cada vez mayor. Uno tiene que ser muy sordo y ciego para no ver esto. Muy a menudo, la Unión Europea no se explica suficientemente y no pocas veces se ve obligada a tener que aclarar mejor lo que es Europa.” Por su parte, el saliente presidente del Consejo, el belga Herman Van Rompuy, marcó con mucho realismo los grandes desafíos que la Unión Europea tiene al frente. Primero, cómo se reflota y se vuelve a hacer caminar una Unión Europea que va camino a una década perdida, ya que desde el 2008 no han encontrado el rumbo para el crecimiento. Segundo, cómo enfrentar el desafío planteado por una Rusia expansionista, capaz de poner una mano dura en Ucrania, porque ésta desea ser parte de la Unión Europea. Tercero, cómo hacer que el Reino Unido permanezca dentro de la Comunidad.
Por cierto, estos tres desafíos están imbricados.
Si se aplican sanciones a Putin por su presencia en Ucrania, se dificulta la recuperación económica. Y si en lugar de sanciones comerciales crecientes se impulsa una respuesta militar disuasiva, Europa aumentará su gasto militar y además, probablemente, estará sola ahora que la Pax Americana se bate en retirada. Pero, si no hay recuperación económica y no hay respuesta al desafío ruso, estaríamos ante una Europa muy disminuida y para el Reino Unido tendría poco costo salir de una Unión Europea debilitada.
Es cierto que a veces el tema de un liderazgo común europeo no se ve claro.
La canciller Merkel emerge como figura determinante, pero definitivamente no representa todo el sentir político de Europa. Además, si Estados Unidos está aproximándose a un crecimiento del 4%, quiere decir que la política de los estímulos es que da resultados y no la de los ajustes que tantos días oscuros ha traído a las sociedades de Grecia, Portugal y España.
Por eso, creo que la llegada de una voz de la nueva generación –y además experta en los temas de islamismo y política, como también en defensa– puede traer energías renovadoras al ser europeo del siglo XXI.
Y si la tuviera al teléfono se lo diría: Querida Federica, queremos que logre nadar con fuerza en medio de estas turbulentas aguas. Le aseguro que para nosotros este no es un tema menor porque – y usted lo sabe muy bien – en América Latina siempre se ha mirado como un ejemplo a seguir la forma como se ha ido edificando el espacio común europeo. El éxito que ustedes tengan y usted, en particular, será también un avance que ilumine el camino de otras latitudes para constituir su identidad regional.
Porque, en última instancia, ¿qué vemos en Europa?
Un ejemplo, con todas las dificultades y retrocesos encontrados en el camino, de abordar los temas de hoy de manera conjunta, de entender que cada país tiene intereses propios, pero predomina un interés mayor bajo el cual se resuelven las diferencias entre vecinos y se aborda la historia con valores comunes y visiones compartidas.
Por eso queremos que le vaya bien, porque así nos irá bien también a nosotros.
Vía clarin.com
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Luego de haberse dedicado durante mas de 65 años al servicio público, contribuirá a la discusión desde un espacio más íntimo, siempre atento a los desafíos que Chile y el mundo tienen por delante.
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