De paso por Madrid para presentar el primero tomo de sus memorias, el ex presidente chileno Ricardo Lagos habló con Esglobal sobre la historia reciente de Chile y sobre los desafíos sociales y económicos que su país tendrá que afrontar en los próximos años si quiere consolidar un crecimiento estable y una sociedad equitativa.
Esglobal. El primero tomo de sus memorias llega hasta el plebiscito de 1988 sobre si Augusto Pinochet debía o no continuar en el poder otros ocho años.
Ricardo Lagos. Fue un momento muy especial. Derrotar a un dictador no se logra todos los días. Implicó que el pueblo chileno perdiese el miedo, y que se atreviesen a desafiar a la dictadura. Supuso una gesta que habla bien del pueblo chileno. Lo decisivo para ganar el plebiscito fue que nosotros, la oposición, tuvimos apoderados en cada una de las mesas electorales. Y había 3.000 mesas en todo el país. La comunidad internacional también nos apoyó. Más de tres mil extranjeros llegaron a Chile para apoyarnos: parlamentarios (el Parlamente europeo, por ejemplo, envió una delegación), ministros, pero también gente sin cargos institucionales, voluntarios que se ofrecieron a colaborar. Se mostraron comprensivos incluso cuando les enviamos a pueblos y ciudades bastante alejadas de Santiago, a las que sólo se podían llegar tras muchas horas de difícil viaje. Recuerdo que tras haber dado el discurso en el que anunciábamos la victoria vi a unos amigos franceses que estaban llorando: me dijeron que no habían llorado desde la entrada de Charles de Gaulle en París.
Esglobal. ¿Cuáles fueron los obstáculos principales a los que se enfrentaron durante la transición democrática?
R.L. Todo dictador piensa que tiene que dejar todo atado y bien atado. Ustedes los españoles lo saben. La diferencia es que en España todos estuvieron de acuerdo en que había que enfrentarse a lo que estaba atado y bien atado. Todos se sentaron en una mesa, como me gusta a mí decir, con un papel en blanco para establecer qué Constitución se quería. En Chile no fue así. La participación de los opositores en el plebiscito implicaba su aceptación de la Constitución pinochetista, que muchos considerábamos ilegítima. ¿Y cómo se hace después para reformar una Constitución que cuenta con mecanismos de reforma muy estrictos? En la práctica, los partidarios de Pinochet, a pesar de ser minoría, tuvieron derecho a veto frente a las reformas que se planteaban. Algo que dura, en cierto sentido, hasta el día de hoy.
Esglobal. ¿En qué aspectos diría que ha cambiado la América Latina de los 70 y 80, en los que usted se forjó como académico y político, respecto a la América Latina de hoy?
R.L. Hoy tenemos otra América Latina. Algunos dicen que en parte debido a las relaciones comerciales con China, que han propiciado que muchos países tengan una especie de largo veranillo de San Martín a nivel económico. Lo cierto es que a partir de 2002 y 2003 los países de América del Sur empezaron a tener un crecimiento muy fuerte gracias a la gran demanda de productos locales por parte de China: léase el cobre u otros minerales, el ganado, los productos agrícolas como la soja, etcétera. Y por lo tanto, salvo en 2009, en el continente ha habido 10 años de crecimiento muy fuerte. Una década que ha significado también una reducción muy grande de los niveles de pobreza.
Esglobal. Chile comenzó ese crecimiento unos años antes…
R. L. Sí, en torno a 1990. Chile es un país que en 1990 tenía unos 5.000 dólares de renta per cápita. Y cuando yo dejé la Presidencia el país ya estaba en unos 15.000 dólares per cápita. Cuando bajas el índice de pobreza del 40% al 14% no has resuelto todos los problemas. Entras a una etapa distinta. Y yo creo que en la América Latina de hoy, primero, se sabe manejar los problemas económicos bastante bien; segundo, se tienen que actualizar las instituciones políticas, que se han quedado atrás; y tercero, se han de actualizar las políticas sociales. Respecto a esto último: el ciudadano que superó la pobreza, no quiere volver atrás. Es más, lo que quiere ahora es un futuro mejor para sus hijos.
Esglobal. En varios países de la región, incluido Chile, la gente ha salido a protestar a las calles pidiendo mejores políticas sociales.
R.L. Las protestas de 2011 y 2012 en Chile tuvieron que ver sobre todo con los sectores medios de la población. Los muchachos muy pobres que acceden a la Universidad tienen una beca. En cambio, el que tiene que pagar crédito…el crédito es muy caro, y ese sí va a protestar. Y protestará también el padre. No sólo ha pasado en Chile. Puedes ver que ha ocurrido algo parecido en Brasil con Dilma Rouseff. Pasó algo de esto en Colombia con el presidente Santos…Estamos hablando de una América Latina que tiene ingresos medios, que tiene clases medias emergentes, que están empoderadas vía Internet y que exigen participación.
Esglobal. ¿Y qué se podría hacer para satisfacer esas reclamaciones?
R.L. No tenemos todavía unas instituciones políticas adecuadas para canalizar esa participación que reclaman los ciudadanos, ni hemos definido con claridad unas políticas sociales acorde con nuestra nueva realidad. Y muy importante: una cosa es rebajar la pobreza y otra cosa muy distinta es mejorar la redistribución de ingresos. En materia de redistribución de ingresos sí que estamos atrasados y tenemos una redistribución pésima. Tan mala como la de Estados Unidos. El problema es que no tenemos el ingreso por habitante de EE UU. Hay estudios que afirman que el aumento de ingreso por habitante guarda una relación con la mejora de los indicadores económico-sociales. Pero esa relación se mantendría sólo hasta que se alcanzan los 20-25 dólares per cápita. Luego esa relación se quiebra. Si queremos conseguir mejoras sociales consistentes, se deben implementar medidas que favorezcan una redistribución de la renta, no basta con aumentar la renta per cápita. La pregunta que yo me hago es: ahora que estamos llegando a ese umbral de 25.000 dólares per cápita, ¿dónde queremos estar? ¿En el grupo de Estados Unidos, que tiene el peor indicador de desigualdad? ¿O queremos estar en el grupo de Japón y de los países escandinavos, que tienen la mejor? Por lo tanto, desde el punto social y económico, el tema de la redistribución pasa a ser vital. Además, necesitamos más recursos, y no puede ser que ocurra como hasta ahora con el sistema fiscal: en Chile, y en América Latina, tenemos la misma desigualdad antes y después de impuestos. O sea, los impuestos no juegan el rol que debería jugar. Se compensa un poco a través del gasto social, pero no por la vía de la recaudación. Por eso la presidente Michelle Bachelet ha planteado una reforma tributaria como el punto principal de su campaña.
Esglobal. ¿En qué pilares tendría que basarse esa reforma tributaria que necesita Chile?
R.L. Primero, pasar del 20 al 25% el Impuesto de Sociedades. Y, segundo, que ese impuesto se pague sobre la base de utilidades devengadas y no sobre la base de utilidades retiradas, como pasa hoy en Chile. Hay que tener en cuenta que el máximo impositivo en Chile es del 40%. Pero es muy injusto, porque ese 40% sólo se aplica en la práctica a las rentas del trabajo. Las rentas provenientes del capital pueden acogerse a un conjunto de mecanismos que impiden que se pague el 40%. Sería preferible reducir el tipo hasta el 35%, eliminando al mismo tiempo esos mecanismos que permiten que las rentas del capital paguen muchos menos impuestos en la práctica de los que pagan las rentas del trabajo.
Esglobal. Mencionaba que las instituciones en América Latina no están tan preparadas como deberían para gestionar sociedades con una importante clase media, antes inexistente.
R.L. Claro, en mucho sentidos es más difícil gobernar ese tipo de sociedades. Y además, como digo, hacen falta más ingresos para implementar políticas que satisfagan a las clases medias. Por ejemplo, cuando se comienza a demandar enseñanza universitaria gratuita. Una cosa es otorgar subsidios para disminuir la pobreza y otra cosa es la gratuidad del sistema universitario. Son volúmenes de gastos distintos. En este sentido, creo que en Chile se iniciará un proceso gradual con el objetivo de conseguir esa gratuidad, pero se hará llevando a cabo un profundo debate sobre el asunto.
Esglobal. ¿Y qué reformas sociales necesita Chile?
R.L. Bueno, hay que comenzar diciendo que en este sentido cobra importancia el tema territorial. En Chile hay provincias, por ejemplo las provincias mineras, que han tenido un crecimiento acelerado en los últimos lustros: en algunas la renta per cápita es ya de 25.000 dólares. Al mismo tiempo, tenemos provincias que se han quedado atrás en su desarrollo. Así que ese es un factor que cobrará importancia y al que habrá que estar atentos. El tema de la salud también es un tema importante. En especial, por lo que llamamos las gradientes. ¿Qué son las gradientes? Por ejemplo: hemos conseguido reducir la mortalidad infantil hasta el 8 por 1.000. Pero si analizamos las cifras, nos encontramos con que en un barrio de la parte alta de Santiago tienen un 2 por 1.000. Sin embargo, en otro barrio de la misma ciudad, el porcentaje de mortalidad es del 43 por 1.000. La gradiente entre 2 y 43 es muy grande… La disparidad entre distintas zonas del país, incluso entre barrios de una misma ciudad, es muy alta. Uno no tiene la culpa del lugar en el que nace. Este es un tema que está comenzando a emerger con fuerza. Otro asunto será la gestión del capital humano a través de la educación. No sólo son importantes los estudios universitarios. Habrá que favorecer también que los jóvenes se decanten por oficios de carácter técnico, igual de útiles para la sociedad, e igual de bien remunerados, que trabajos relacionados con los títulos universitarios superiores.
Esglobal. La economía chilena depende en exceso de los ingresos derivados de la exportación de minerales, y que eso podría pasar factura al país en un futuro. Incluso contando con el Fondo de Estabilización Económica y Social creado para compensar futuros altibajos en el precio de las materias primas.
R.L. Creo que el Fondo goza de la salud adecuada. Nosotros fuimos capaces de generar el superávit estructural del presupuesto de Chile. Para ello nos basamos en parámetros de largo plazo y no en parámetros contables. Y creo que eso va a continuar así. Hemos demostrado que podemos llevar a cabo políticas contracíclicas a partir de esa decisión. Respecto a una economía basada en materias primas, en este caso el cobre, hay que matizar una cosa. Vale, el cobre es una materia prima. Pero lo que no se comenta tanto es que casi todos los proyectos de ingeniería en materia de cobre para América del Sur se hacen en Chile y no en otros países de la región. También hay muchas empresas que están exportando maquinaria relacionada con el cobre. Es decir, se están formando clusters en torno a la explotación de una materia prima que está aportando cada vez más una mayor valor añadido.
Esglobal. Se conoce poco sobre las negociaciones de Chile en el marco del Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de Asociación Económica (TPP). ¿Qué debería buscar Chile en las negociaciones para mejorar su posición a nivel económico internacional?
R. L. Sí ha habido opacidad sobre el TPP. Se deberían clarificar mucho que está negociándose en materias vinculadas a la propiedad intelectual y en materias vinculadas a servicios, sobre todo las relacionadas con servicios financieros. Porque no es posible que, con el pretexto de firmar el TPP, los logros que Chile ha conseguido en esas materias durante los últimos años se pierdan. En ese sentido, la opacidad no ayuda. Al hablar del TPP, hay que entender también que cuando tú firmas un acuerdo con Estados Unidos accedes a todo su mercado. Cuando firmas un acuerdo con Europa, sin embargo, te dan sólo cuotas. Ahora bien, hay que tener en cuenta que en los acuerdos de libre comercio hay pretensiones que se pueden lograr y otras que no. Por ejemplo, en materia de antidumping Chile no pudo conseguir mucho de EE UU. Pero es una materia que sí podríamos negociar favorablemente si nos unimos con Japón y Europa en esas pretensiones. Es decir, que una cosa son los Acuerdos de Libre Comercio y otra las eventuales negociaciones multilaterales que nos obligan a una mirada más amplia.
Esglobal. Para terminar, ¿creyó a Henry Kissinger cuando hace unos años se le acercó en una reunión internacional para decirle que no había tenido nada que ver con el golpe de Estado de Augusto Pinochet?
R.L. Como cuento en mis memorias, hay documentos que prueban sobradamente la implicación de Estados Unidos. Se conocen desde hace años, no hubo que esperar a Wikileaks. Tengo que decir que Kissinger fue cuidadoso en la forma de decirlo: se refirió al golpe de Estado en sí, no a la fase previa.
vía esglobal.org
Luego de haberse dedicado durante mas de 65 años al servicio público, contribuirá a la discusión desde un espacio más íntimo, siempre atento a los desafíos que Chile y el mundo tienen por delante.
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