Ricardo Lagos

Atlántico y Pacífico, ¿océanos que dividen?

03 de December de 2013

Columna de Ricardo Lagos, publicada en diario Clarín

La geografía tiene un lugar importante en la historia. Otorga espacios y oportunidades. Cuando Europa, a finales del Renacimiento, descubre la ruta a China, surge la República Veneciana como el gran puente entre Europa y el lejano imperio de Oriente. Pero cabe una pregunta: ¿ese poder de Venecia se sustentó sólo en lo que era el puerto y la fuerza de su cultura o en la convicción de que el poder veneciano era tal porque el resto de Europa era el espacio que le daba sentido al puerto y lo proyectaba al mundo de entonces?

Si miramos así la historia vemos que América Latina se encuentra en un momento clave donde debe saber advertir las señales que vienen de los nuevos mapas globales. Sí, es cierto que hoy más de la mitad del comercio mundial tiene lugar en ese gran océano que es el Pacífico. Pero la cuestión es apreciar, con mirada estratégica, que esta nueva realidad no está allí sólo para desafiar a los países ribereños del Pacífico, sino a toda Latinoamérica, incluyendo también a los que están volcados hacia el Atlántico.

Es necesario darse cuenta de que es todo el continente, desde el Río Grande hasta el extremo sur, el que va a quedar en medio de una mutación histórica. Esta surge de dos procesos en marcha: por un lado,las negociaciones que buscan reordenar en la cuenca del Pacífico las influencias y poderes de EE.UU., los países asiáticos –especialmente China-, más Japón, Australia y Nueva Zelandia, entre otros; por otra parte, las negociaciones de EE.UU. y la Unión Europea buscando establecer un acuerdo de comercio y de inversión bajo normas comunes.

Se sabe que pronto el producto de China superará al de Estados Unidos. No alcanzará todavía el nivel de vida norteamericano, en tanto el PIB de Estados Unidos se divide por 350 millones de habitantes y el de China, por 1.350 millones. Pero que China será la primera economía en el mundo no cabe duda. En ese marco, Estados Unidos pasó a promover como prioridad el llamado Trans-Pacific Partnership (TPP), donde de los 11 países participantes en tales negociaciones están Colombia, Chile, México y Perú. Allí, como sabemos, hay muchas preguntas emergiendo, especialmente cuando se trata de definir la propiedad intelectual y sus consecuencias en el desarrollo económico intrarregional, así como la actitud que tendrá China ante esta iniciativa.

La Unión Europea y Estados Unidos retomaron, a mediados de noviembre, la negociación que busca crear un Acuerdo Transatlántico sobre Comercio e Inversión (TTIP por su sigla en inglés), con la ambición de crear estándares normativos que sirvan de referente a nivel mundial.

Es una negociación compleja, cuyos beneficios radicarán más en la armonización de sus regulaciones y la supresión de barreras no arancelarias que en la propia eliminación de aranceles, los cuales ya son bajos, en torno del 4%. Es extraño, sin embargo, que en este caso Estados Unidos no mire al sur. Se olvida que México y Colombia, por ejemplo, son países con costas tanto en el Pacífico como en el Atlántico. Como también cabe preguntarse: ¿no habría sido lógico, para un emprendimiento de esa envergadura, invitar a Brasil, Argentina y Uruguay con todo lo que ellos representan?

Que no ocurra es una señal. Como tampoco es una buena señal la forma en que estamos abordando las evoluciones que se dan en el Pacífico.

Seamos francos: tal como están las cosas, las negociaciones son hasta ahora confidenciales y sólo hay trascendidos no oficiales. Es para preocuparse.

Cuando se ha puesto en marcha una Alianza del Pacífico (que por ahora tiene más fuerza como imagen que como integración interna), ¿es lógico aceptar que ésta va bien si su diseño político parece destinado a agrupar sólo a los países ribereños del Pacifico?

La presencia en torno de este océano, convertido en nuevo polo del desarrollo mundial, será fuerte si a las fuerzas propias se une el peso de Brasil, Argentina y el resto de la región.

Ese ha sido el sentido de los corredores bioceánicos de los cuales venimos hablando desde hace casi dos décadas, como es el sentido de los puentes, túneles y pasos cordilleranos que queremos tener para cruzar los Andes y los ríos de nuestra geografía. Pero también son vías para crear un flujo más constante y expedito desde y hacia ambos océanos.

Aquí se requiere actuar con otra visión política y diplomática. Hay que tomar nota de cómo otros asumen la geografía para sus estrategias de largo plazo. Cuando se habla de una Alianza Atlántica los países europeos no dudan que es la Europa toda, incluida Italia o Grecia. Y cuando se trata de Alianza Atlántica con fines defensivos como es la OTAN, no dudan en incorporar también a Turquía. Lo que se está diciendo es que en el mundo de hoy, más que ser país ribereño lo importante es cómo los continentes se relacionan entre sí.

China es un país continente y lo que estamos viendo es cómo ese país se relacionará con otro país continente que es Estados Unidos.

Es en ese marco donde debemos asumir esta geografía del siglo XXI con una visión de conjunto. Es absurdo pensar que hay tareas para los que miran al Pacífico y dan la espalda a los otros o que los del Atlántico avanzan hacia relaciones globales como si el Pacífico no existiera. Eso sería como volver 500 años atrás, a lo que definió el Tratado de Tordesillas. Ese acuerdo entre España y Portugal –como recordé recientemente en un seminario en Washington– suscrito por los reyes de Castilla y Aragón y el Rey Juan II de Portugal y santificado por el Papa, determinó la división del Nuevo Mundo recién descubierto: allí se indica cuánto de ese mundo pertenecerá a Portugal y hablará portugués y cuánto de ese mundo pertenecerá a la Corona de España y hablará español.

Hoy, cuando se mira hacia adelante buscando construir una nueva arquitectura en los procesos de integración de América Latina –tanto hacia el interior como hacia el resto del mundo-, no podemos aceptar que estemos introduciendo esta nueva y arcaica dicotomía. No sólo no es aconsejable; es un error histórico.

Columna publicada en diario Clarin de Argentina

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