Para el expresidente Ricardo Lagos, el legado de Salvador Allende está hoy más vigente que nunca y las heridas que dejó la dictadura son muy profundas. Entrevista realizada por diario El Espectador de Colombia
Ricardo Lagos fue el primer presidente socialista de Chile desde que Salvador Allende fuera derrocado el 11 de septiembre de 1973 por un golpe militar que instauró una dictadura durante 17 años y dejó más de 35.000 víctimas de violaciones de derechos humanos, 2.279 ejecutados y 1.248 desaparecidos. También, fue el principal promotor del plebiscito que acabó con esa dictadura, la de Augusto Pinochet. Hoy, 40 años después del ataque al Palacio de La Moneda, el exmandatario habla de los cambios que ha sufrido su país en los últimos tiempos, dice que no todo es reparable y se declara convencido de que los chilenos valoran hoy más que nunca la democracia. Para Lagos el discurso de Allende hoy está más vigente que antes : “Hoy cobra mucha más relevancia el discurso de aquel 11 de septiembre. Decirles a los hombres y mujeres que después del horror se abriría una alameda en la que caminarían con libertad e igualdad fue visionario”.
¿Qué cambió en el sistema político chileno luego de la dictadura?
En la práctica, después de la dictadura tuvimos más o menos lo mismo que antes: un par de partidos de derecha, un partido grande de centro y otros dos de izquierda. Lo que sí cambió fue la valoración de la democracia. Cuando usted vive en democracia no se la pasa por la calle gritando “¡qué alegría, vivimos en democracia!”, pero cuando la pierde, la valora. Volvimos a valorar la democracia como el instrumento para generar cambios.
Después de Pinochet, ¿cómo ha evolucionado la relación del poder civil con el militar?
Tuvimos que hacer la transición con Pinochet vivo y como comandante en jefe del Ejército durante ocho años. Al comienzo de la transición usted no podía despedir a los altos mandos. Cuando fui presidente, diez años después del plebiscito, ya no se atrevían a decir que no frente a los cambios. Después cambió la Constitución y los chilenos decidimos abiertamente que los militares están totalmente supeditados al poder civil. Por ejemplo, en 1995, el presidente Frei le pidió el retiro a un general; él desobedeció y se mantuvo en el cargo. Hoy día no es así.
Un ejemplo concreto: cuando salió el informe sobre los ejecutados políticos y los detenidos-desaparecidos, el informe de la comisión Rettig, en 1991, el Ejército dijo que eran mentiras, que ese informe debía ir a la basura. Diez años después aceptaron el informe Valech sobre prisión política y tortura, el más completo sobre lo que pasó en la dictadura, un verdadero viaje al infierno. El Ejército dijo “nunca más” y asumió los errores que había cometido. Hoy, a 40 años del golpe, los militares yo no son actores de la política en Chile.
¿Considera que las víctimas de la dictadura han tenido acceso a la verdad, la justicia y la reparación?
Las heridas son muy profundas. No se puede decir que aunque se les entregue una pensión vitalicia a todas las víctimas, están reparadas. ¿Qué repara la pérdida de un ser querido? ¿Qué repara a una mujer que fue violada en repetidas ocasiones? Eso no es reparable. Otra cosa es garantizar la verdad y el acceso a la justicia. Eso repara mucho más que las medidas particulares. El pueblo chileno, a 40 años del golpe, sabe mucho más que hace diez o veinte años. La prensa, las víctimas y los investigadores sacan a diario verdades ocultas. Lo que ocurre hoy es un destapar de la historia. Hoy circula lo que ayer fue censurado. Es difícil decir cuándo vamos a saber toda la verdad, pero hoy sabemos más que ayer.
¿Existe un consenso entre las diferentes ideologías sobre lo que significó la dictadura?
No hay una mirada común. Desgraciadamente hay sectores políticos a los que se identifica aún con la dictadura. Hay quienes dicen: “Todos somos responsables”. Algunos reducen la realidad a que “hubo excesos”. Otros dicen: “Yo era civil; nunca supe que se torturaba”. Lo que ocurre es que hay formas de justificarse, más que de justificarlo. Dicen que la crisis del sistema político generó condiciones para la dictadura. Pero los errores del pasado no justifican los horrores que ocurrieron. El golpe es producto de un conjunto de circunstancias, pero no hay una mirada común. Unos responsabilizan con mayor fuerza a los Estados Unidos. Otros, a los militares.
En el continente es común escuchar que la estabilidad económica de Chile fue gestada por Pinochet. ¿Comparte esa visión?
No. Pero creo que una gran mayoría no va a estar de acuerdo con mi posición. El de Pinochet era un modelo neoliberal extremo. Lo que hemos hecho después, al bajar la pobreza del 45% al 11%, es cambiar al país mediante políticas públicas sostenidas, no con un mercado inventado. Durante la dictadura abrimos la economía del país al mundo. Es cierto que si usted necesita abrir los mercados y tiene 170.000 trabajadores de la industria textil que luego se reducen a 30.000, produce una protesta social muy grande, pero es más fácil reprimir esa protesta si tiene un gobierno militar. Sin embargo, creo que este asunto es un debate muy amplio que todavía no ha tenido respuestas claras.
¿Existe un mensaje común entre el Estado y el pueblo chileno en la conmemoración de este aniversario?
Como ha salido tanta información, la gente está muy impactada. Alguna vez dije: “Para nunca más vivirlo, nunca más negarlo”. Hoy eso cobra todo sentido. El país está viendo cómo encontrar toda la verdad, y para eso es fundamental un pedido clave de la gente 40 años después: que las instituciones democráticas se conviertan en el vehículo para que nunca más tengamos que vivir lo que pasó. El “nunca más” es una convicción profunda del pueblo.
Hoy cobra mucha más relevancia el discurso de Allende de aquel 11 de septiembre. Un discurso en calma mientras caían las balas sobre el Palacio de La Moneda. Unas palabras que, frente a la angustia de la muerte, fueron capaces de prever el futuro. Decirles a los hombres y mujeres que después del horror se abriría una alameda en la que caminarían con la libertad e igualdad fue visionario. Hizo alusión a los dos principios básicos que mueven al hombre, más allá de la solidaridad. Eso explica por qué Allende protagoniza el imaginario colectivo. Cuando él dice “pagaré con mi vida la lealtad que me entregó el pueblo”, ve que va a morir y ante esa angustia es capaz de avizorar el futuro, y ese mensaje hoy no ha muerto.
¿Los ‘mínimos’ de la democracia chilena están establecidos?
Aquí es cierto que tenemos una Constitución, pero no estamos de acuerdo en muchas cosas sobre el Estado. No tenemos claro si este es el sistema electoral que debe operar, cuál es el papel del Estado frente al mercado, cómo se puede reformular una norma constitucional. Un conjunto de temas que no han sido consensuados. Tenemos tareas pendientes que vienen del ayer. Y no sé si estarán consensuadas cuando algún otro periodista me pregunte, al cumplirse 50 años, por la democracia chilena.
Entrevista realizada por diario El Espectador de Colombia
Luego de haberse dedicado durante mas de 65 años al servicio público, contribuirá a la discusión desde un espacio más íntimo, siempre atento a los desafíos que Chile y el mundo tienen por delante.
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