Ricardo Lagos

La batalla por los impuestos y la equidad

06 de January de 2013

Obama obtuvo un triunfo al evitar el temido abismo fiscal. El debate por la recaudación y la redistribución es central hoy en los países desarrollados.

Columna de Ricado Lagos en Diario Clarín de Argentina

Los inusuales y dramáticos momentos vividos en el Congreso de Estados Unidos para no caer en el llamado “abismo fiscal” obligan a una pregunta de fondo: ¿qué significa lo que allí pasó?

Es cierto que tras intensas horas de trabajo, mientras el mundo celebraba la llegada del Año Nuevo, se logró un acuerdo por el cual se impidió un alza automática de impuestos que afectaba a todos los sectores y se mantuvieron importantes programas sociales bajo gasto federal. Y el presidente Obama ha ganado una importante batalla política. Pero el trasfondo de este debate es más profundo.

Lo que ocurrió en Washington es el choque de dos visiones que están marcando la historia contemporánea. A un lado, cual herederos de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, se ubican quienes abogan por disminuir los impuestos a los ricos porque creen que si los ricos ganan más la economía irá mejor: con sus mayores ingresos seguirán invirtiendo, creando de paso más empleos, y con ello se expandirá el mercado. En la vereda opuesta están quienes creen que la mejor forma de dinamizar el mercado es impulsar políticas donde la distribución sea más equilibrada , donde la gente tenga más dinero en sus manos y se atreva a gastar porque se siente más protegida. Así, los impuestos cumplen la doble función de recaudar para dar más protección y a la vez redistribuir el ingreso y para ello deben pagar más los que tienen más.

Estados Unidos ha demostrado que la segunda tesis es la que se acerca a la realidad.

Allí, el 1% tenía un 9% de la renta total en los Estados Unidos en 1980; hoy ese mismo 1% disfruta del 24 % de la renta del país.

El retroceso en la distribución del ingreso ha sido impresionante.

Pero más importante, para el deterioro real de la economía, es que esa cantidad de recursos que ahora va en beneficio del 1% ya no es parte del gasto movilizador del mercado: ese 1% no consume más por tener más recursos . Debiera invertir, pero este ingreso no va siempre a crear nuevos bienes de capital sino a comprar activos existentes, y por tanto no hay nuevas fuentes de trabajo.

En cambio, ahora son los sectores medios y bajos los que reducen el tamaño del mercado, pues consumen proporcionalmente menos que antes. Aparentemente esto es lo ocurrido.

Bajo la nueva ley, el 98 % de los estadounidenses y el 97 % de los pequeños negocios no verán subir sus impuestos. A la vez, alrededor de 2 millones de personas continuarán recibiendo beneficios por desempleo. En cuanto al alza de impuestos, como señaló Obama, el acuerdo “aumentará los impuestos sólo al 2 % de los norteamericanos más ricos”, mientras que a su vez “impedirá un aumento impositivo en la clase media”.

Si bien el tema era grave para el futuro de la economía de Estados Unidos de no existir acuerdo, también el resto del mundo miraba con preocupación lo que allí ocurriría. Si no había una salida, vendría una fuerte recesión en la economía norteamericana con un impacto en un mundo que no logra salir de la crisis, especialmente en Europa, cuya recuperación se anuncia larga y lenta. La esperanza ha estado, precisamente, en el último trimestre de Estados Unidos con signos de un crecimiento del orden del 3%. ¿Lo podría mantener en el tiempo?, se preguntaban los analistas.

Sin acuerdo, Estados Unidos seguiría el mismo camino que recorre hoy Europa, o sea nulo crecimiento en el mundo más desarrollado .

Es cierto que en Estados Unidos, a diferencia de Europa, hay una Reserva Federal, esto es, un Banco Central que hace la tarea y Ben Bernanke, su presidente, está consciente de que tan importante como aumentar la producción es aumentar el empleo y para ello hay que mantener los mecanismos que expandan la economía. Todo lo contrario de lo que hasta ahora se hace en Europa.

El dilema fue claro.

Aumentar los impuestos a los que tienen altas rentas para mantener el gasto social , dijo Obama. Frente a él se ubicaron los ultras del Partido Republicano, el llamado Tea Party, para quienes la solución a la crisis económica es bajar dichos gastos, en especial salud, educación y previsión.

Esto es hacer pagar el costo del ajuste en los más necesitados.

Como se sabe, el 31 de diciembre terminaba la rebaja de impuestos que por un período de 10 años estableció el presidente Bush hijo. Ahora se venía un alza no sólo para el uno o dos por ciento más rico sino también para los sectores medios y medios bajos. Obama vio que é sta era una oportunidad de mejorar la distribución de ingreso : extender para los sectores medios y bajos la exención de impuestos que de una manera transitoria estableció el presidente Bush; y a la vez, sostener el programa de gasto social como incentivo en el crecimiento y la movilidad del mercado, para lo cual necesitaba aumentar el impuesto a los más ricos.

La batalla fue dura porque la mayoría republicana en la Cámara de Diputados estuvo por mantener la rebaja impositiva en todos los niveles. Hoy, la polarización ideológica que tiene Estados Unidos es algo nuevo en la historia reciente de ese país.

En el ascenso norteamericano fue clave la política de mayor seguridad social y de mayores impuestos gestada por el presidente Roosevelt tras la Gran Depresión en 1932. Ella permeó a la sociedad norteamericana y se mantuvo bajo gobiernos de diferente signo.

Hubo una visión compartida de que los que tienen más deben contribuir más, para dar a los que tienen menos. Hoy los republicanos extremos tienen una visión distinta.

Por cierto, el tema de esas dos visiones está en otros lados. Lo refleja la canciller Merkel, siempre presionando por el ajuste en el gasto social y, al otro lado, los obstáculos mayores que encuentra el presidente Hollande, en Francia. Tampoco esas visiones son ajenas a nuestra realidad y debemos sacar una conclusión: los países que progresan son aquellos que son capaces de acercar posiciones y tener diálogo.

Un diálogo cuyo centro sea siempre la calidad de vida de los ciudadanos, que se logra con un Estado de derecho que protege las libertades de éstos y una mayor cohesión social para todos.

Vía Clarin.com.ar

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